martes, 31 de enero de 2012

Estrés y cerebro: Consecuencias y Patologías

¿Qué consecuencias y patologías puede causar el exceso de estrés en nuestro organismo?

Las enfermedades que sobrevienen a consecuencia del estrés pueden clasificarse en dos grandes grupos: 

A) Enfermedades por Estrés Agudo: Enfermedades por exposición breve e intensa a situaciones estresantes que el individuo debe solucionar. Suelen aparecer de forma súbita, son fáciles de identificar y suelen ser reversibles. 

B) Enfermedades por Estrés Crónico: Cuando la exposición a situaciones estresantes se prolonga durante meses o años, se producen enfermedades de carácter permanente y de mayor gravedad.



Cada persona, por su naturaleza única, afronta los problemas de manera diferente. En ocasiones, nuestra forma de protegernos de las amenazas de nuestro entorno y afrontarlas no es la más adecuada y es por ello que deriva en diversas problemáticas:

PRIMERA FASE – Estrés psicológico: En un primer momento, el individuo siente que existe una discrepancia importante entre sus capacidades y las exigencias de su entorno. El hecho de no encontrar una salida conveniente a estas exigencias causa estrés psicológico y puede desencadenar desequilibrios psicopatológicos como, entre otros:


  • Ataques de pánico y fobias: El cerebro está programado para responder así tras repetidas experiencias estresantes creando un pánico habitual o instintivo, que queda grabado en el subconsciente y controlado por la Amígdala. La Amígdala aprende que este nuevo nivel de estrés, es el indicado en un estado normal de relajación, por lo que cada vez la reacción es más intensa. Se trata de un círculo vicioso, ya que cuantos más síntomas se experimentan, más pánico sufre la persona y cuanto más pánico se sufre, más síntomas se experimentan.
  • Depresión: El desequilibrio que el estrés causa en los neurotransmisores pueden ser una causa de depresión. Hay evidencias que afirman que el estrés en etapas tempranas del desarrollo, junto a factores de predisposición genética, contribuye a generar una vulnerabilidad a las depresiones a largo plazo.
  • Trastornos de la personalidad: Las personas tendemos a enfrentarnos a las situaciones estresantes con un estilo individual, pero siempre del mismo modo. Si la manera habitual es ineficaz, buscamos otra forma. En cambio, las personas con trastornos de la personalidad responden de forma rígida, por lo que no pueden adaptarse a la realidad porque no cuentan con la capacidad de cambiar su respuesta.
  • Alteraciones del sueño: El estrés no sólo puede determinar las horas de sueño de una persona, sino también cómo se siente al despertar. El insomnio causado por estrés puede combatirse con técnicas de relajación.
  • Conductas obsesivas y compulsivas con la alimentación u alcoholismo: Muchas personas vinculan el consumo de alimentos y bebida con su estado de ánimo. Es por ello que el estrés aumenta normalmente la conducta de consumo compulsivo o por el contrario, la pérdida de apetito. En situaciones de estrés es necesario cuidar la alimentación y llevar horarios ordenados de comidas.
  • Falta de concentración: El estrés psicológico es una de las principales causas de la falta de concentración.
  • Adicciones: Ante la problemática de no saber afrontar ciertas dificultades, algunas personas buscan una vía de escape en las sustancias químicas.


SEGUNDA FASE – Estrés físico: A lo largo de la primera fase, el organismo sigue generando adrenalina hasta el punto que comienzan a producirse alteraciones físicas, tales como trastornos cardiovasculares, trastornos respiratorios, trastornos inmunológicos, alteraciones del Sistema Endocrino, trastornos digestivos, trastornos dermatológicos, trastornos musculares, o trastornos sexuales.

Una de las causas más comunes de estrés en nuestra sociedad es el estrés laboral, que surge cuando hay un desajuste entre la persona, que intenta adaptarse a las presiones internas y externas, su puesto de trabajo y la organización, lo cual nos obliga a trabajar más intensamente, lo que conlleva un mayor desgaste del organismo. El estrés laboral puede producirse, entre otras, por dos situaciones diferenciadas:




  • Acoso laboral o Mobbing: Se da cuando la persona sufre por parte de su entorno de trabajo acciones de carácter agresivo que buscan provocar estrés, miedo y sentimientos de rechazo o desprecio, minando el estado de ánimo de la persona que lo sufre.
  • Burnout: Se da cuando la persona sufre una sobrecarga emocional y sentimiento de baja realización personal, habitualmente en trabajo que implican contacto con el cliente. El Burnout puede ser “contagioso”, en el sentido que la persona que lo sufre puede afectar al resto de trabajadores trasmitiéndoles su hastío, cayendo todos en un desánimo generalizado.


Para prevenir el estrés laboral es necesario llevar una dieta sana, dormir bien, hacer ejercicio, diferenciar el ámbito laboral y el personal, sin trasladar las preocupaciones laborales al hogar y viceversa, una buena organización del trabajo, afrontar los problemas inmediatamente y mejorar la comunicación.



“Allí va Romero en un ataúd, que por ganar dinero, perdió la salud, y por recuperar la salud, perdió el dinero; Y, ya sin dinero y sin salud, allí va Romero en un ataúd" (copla popular) .



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miércoles, 25 de enero de 2012

Estrés y Cerebro

¿Qué es el estrés y cómo nos afecta a nivel cerebral?

Cada una de las emociones que experimentamos tiene como función producir una respuesta en nuestro organismo que nos lleve al equilibrio. El estrés es una reacción automática que se produce en nuestro organismo como mecanismo de defensa ante las situaciones que percibimos como una amenaza para nosotros. Se trata del nivel de tensión necesaria que nos mantiene atentos y listos para hacer frente a los retos de la vida, ya que moviliza los recursos vitales de nuestro organismo, aunque puede llegar a desgastarlos si se produce en exceso.

En función de si el estrés es beneficioso o perjudicial para nuestro organismo, podemos distinguir dos tipos:

  • Estrés positivo o eustrés: Frente a una dificultad, activa todos nuestros sistemas para  realizar sus funciones de forma correcta y equilibrada, dando lugar a una vida saludable.  Gracias al eustrés, el cuerpo es capaz de enfrentarse a las situaciones estresantes e incluso obtener sensaciones placenteras con ello. 
  • Estrés negativo o distrés: Afecta de manera negativa a nuestros órganos internos, llegando a producir desgaste e incluso enfermedades. Se trata del estrés que ocasiona un exceso de esfuerzo y que va acompañado siempre de un desorden fisiológico. El envejecimiento prematuro es uno de sus efectos secundarios. Un exceso de estrés positivo también puede causar distrés, como ocurre en el caso de la victoria de nuestro equipo o cuando realizamos apuestas en juegos de azar. 

La percepción de una situación estresante se da a través de los órganos sensoriales, que por medio del tálamo conectan con la memoria emocional. Al reconocerse una situación como peligrosa, se activa el sistema nervioso simpático, que libera las catecolaminas u hormonas del estrés,  adrenalina y noradrenalina, además de cortisol. Estas hormonas preparan al organismo para la actividad física necesaria para combatir la posible amenaza. Al mismo tiempo, el sistema nervioso simpático ejerce efectos sobre algunas funciones fisiológicas, como el aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, aumento de glucosa en sangre o aumento de la tensión muscular. Desde el tálamo, también parten conexiones a la corteza cerebral
y el neocortex, encargados de procesar la información para producir una reacción en consecuencia. Debido a que en primer lugar se activan los centros de las emociones primarias, el mecanismo inicial de estrés es de percepción-reacción, hasta que pasados los primeros momentos, se racionaliza una respuesta.

Algunas veces este mecanismo de control falla. Pese a ser una respuesta natural y adaptativa, debe asegurar la supervivencia ante una amenaza a corto plazo, pero si se mantienen indefinidamente niveles excesivamente elevados de estrés, la repetida estimulación del sistema simpático desgasta las reservas del organismo y produce enfermedades , problemas de salud o patologías como ansiedad, inmunodeficiencia, insomnio, depresión,  presión arterial alta crónica, ataques cardíacos …
El exceso de glucocorticoides causado por el estrés puede provocar irritabilidad, falta de concentración o incluso la supresión del sistema inmunológico, relacionado directamente con menor resistencia a las infecciones.

Los factores que desencadenan el estrés pueden deberse a la relación particular de cada individuo con su entorno, cuando éste es evaluado como amenazante de manera subjetiva. Más allá de las diferencias individuales, principalmente hay cuatro tipos de factores que nos provocan estrés:

  • Estrés sociológico: Se produce ante situaciones de crisis social, como recibir malas noticias, violencia, irritabilidad urbana…
  • Estrés laboral: Se produce ante condiciones laborales que ponen a prueba la resistencia física o psicológica e incluso la dignidad de las personas. Incluyen el síndrome de burnout y el mobbing entre otros.
  • Estrés fisico: Se produce por la agresión al organismo por causas físicas, como enfermedades.
  • Estrés emocional: Se produce por el impacto de las emociones cuando no pueden ser moduladas por la razón. 

A pesar de sus efectos negativos, como hemos dicho anteriormente, las dosis moderadas de estrés son necesarias para la planificación de nuestra vida e incluso hay estudios que avalan la eficacia del estrés en grado óptimo en ciertas actividades, como por ejemplo, la memoria.
Cuando estudiamos bajo presión, el cortisol y la adrenalina que se producen cuando estamos estresados, ​​causan cambios en las células de nuestro cerebro, aumentando su capacidad de aprendizaje y permitiendo a los recuerdos guardarse más eficazmente, debido a que gracias a nuestros mecanismos ancestrales, recordamos con más fuerza los malos recuerdos que los buenos para evitar situaciones similares en el futuro. 

Sin embargo, estos estudios afirman que, aunque un poco de estrés puede ser bueno para la formación de la memoria, si el estrés es excesivo es probable que tenga el efecto contrario, ya que cuando estamos muy estresados al cerebro no le es posible recoger toda la información nueva en buenas condiciones y comienza a reemplazar una información por otra, por tener espacio insuficiente en la memoria.


"El estrés nos anima a la acción, pero debemos asegurarnos de que sea la acción correcta."



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lunes, 16 de enero de 2012

La música en el cerebro

¿Qué efectos tiene sobre nuestro cerebro la música?

La música tiene un efecto conmovedor en nuestra psique pero... ¿qué sucede en el cerebro cuando la escuchamos? Escuchar música provoca en nosotros emociones y sensaciones intensas y variadas, por su singular combinación de melodía, ritmo y armonía.



Tanto la música como el lenguaje se sustentan en una base estructural común en la corteza cerebral encargada de su procesamiento, para el que se requiere la participación de ambos lóbulos frontales y temporales. El hemisferio derecho realiza procesos simples, como la extracción del tono y el hemisferio izquierdo se encarga de los procesos más complejos como la organización melódica y rítmica.

Cuando escuchamos una música que nos resulta agradable al oído, nuestro cerebro libera dopamina, la cual genera las sensaciones placenteras e incluso escalofríos. La dopamina es el mismo neurotransmisor que se produce al ingerir algunas drogas o al practicar sexo, y provoca también cambios en la frecuencia cardíaca, en la respiración, la piel y la temperatura corporal. Así pues, obtenemos placer de la música de una forma comparable al que logramos con estímulos biológicos básicos.

Se afirma que la música es un lenguaje universal, pero ¿provoca el mismo efecto en todas las personas? En algunos experimentos se probó que al escuchar música de culturas ajenas, las personas podemos identificar correctamente cuál es la emoción que se transmite a través de ella. En cuanto a las sensaciones que dicha música provocaba, pudo comprobarse que en las diversas culturas se coincide en calificar la música como agradable o desagradable en función de las consonancias o disonancias que presenta.

Se han realizado estudios sobre las propiedades curativas del sonido y la música así como su influencia en la creatividad e inteligencia, de los que se deduce que por encima de las preferencias musicales de cada persona o de sus conocimientos sobre el compositor, la música de Mozart produce calma en el oyente de manera invariable, mejora su percepción espacial, su forma de expresarse, su creatividad y su aprendizaje, sobresaliendo entre todas las obras musicales por el impacto elevado que provoca en las personas, transmitiendo sentimientos de felicidad y perfección. A esta incidencia se le ha denominado: Efecto Mozart. Este efecto ocurre por las características de sus composiciones: Su particular ritmo rápido y vivaz influye sobre el sistema nervioso y las frecuencias más agudas estimulan áreas del lenguaje y el pensamiento lógico-matemático, aunque los detractores del Efecto Mozart afirman que, si bien todo esto ocurre, es algo pasajero.

Es posible que la música actúe en el Sistema Nervioso Central, mejorando el estado de alerta, la sensación de bienestar, la plasticidad cerebral y la recuperación de zonas dañadas, en cuyo caso podría tener efectos rehabilitadores. En experimentos con personas que sufrían apoplejía cerebral con problemas de movilidad, memoria y atención, se evidenció que los pacientes que escuchaban música mejoraban su memoria verbal en un 60%, y la atención focalizada en un 17%, además de manifestar niveles menores de sentimientos de depresión y confusión en comparación con los pacientes que no la escuchaban. Aunque estos estudios no pueden ser totalmente concluyentes a causa de las características interpersonales, se continúa estudiando sus efectos beneficiosos para futuras aplicaciones.

De las diversas patologías relacionadas con la música que existen, la más común es la amusia, una alteración en la percepción auditiva, lectura, escritura o ejecución musical, que no es debida a alteraciones sensitivas o motoras, sino a un defecto neurológico. Los sujetos que padecen amusia son incapaces de reconocer las melodías o discriminar la diferencia entre los tonos, sin presentar ningún otro defecto neurológico asociado y habiendo tenido una adecuada exposición al ambiente musical. Dado que para el procesamiento de la información musical se requiere la participación de ambos lóbulos frontales y temporales, puede aparecer amusia por lesión de cualquiera de ellos. Un caso destacado de amusia fue el compositor Maurice Ravel. Conservaba intacto el «pensamiento musical», por lo que reconocía melodías y obtenía placer al escucharlas y detectaba errores introducidos deliberadamente en una partitura para los tonos o ritmos…Sin embargo no era capaz de cantar, tocar el piano ni escribir música con contenido. El propio Ravel describió su amusia como: “Tengo la cabeza llena de música, pero no soy capaz de escribirla”.



Otra patología relacionada con la música es la sinestesia, que en su definición general es la facultad poco común que tienen algunas personas, consistente en la experimentación de sensaciones de una modalidad sensorial particular a partir de estímulos de otra modalidad distinta, y que al aplicarla a la música, da lugar a que algunas personas, al escuchar la música, sean capaces de ver colores. Esto ocurre porque las conexiones entre los órganos sensoriales y la región cerebral correspondiente para su procesamiento en la corteza cerebral son específicas, y propias de cada sentido, pero desde todas estas áreas sensoriales también se envían señales a otras áreas de la corteza denominadas “áreas asociativas”, donde se relacionan características como forma, tamaño, color, etc. 

En los cerebros sinestésicos existen conexiones anatómicas no habituales en las áreas sensoriales, que conectan unos sistemas con otros, produciendo una especie de “cortocircuito”.

Algo curioso que ocurre con la música es que la mayoría de las personas somos víctimas en ocasiones de estribillos pegadizos que no dejan de sonar en nuestra cabeza durante un tiempo. Pueden pertenecer a canciones pop, anuncios de TV, canciones infantiles, clásicos,  videojuegos…Esta variedad sugiere que no son las canciones en sí las que provocan este efecto, sino cómo las personas interactúan con ellas. La aparición de estos estribillos pegadizos no sólo se ve favorecida por las características de la canción, sino también por un estado emocional positivo y por la realización de actividades no intelectuales mientras se está escuchando. Al 10% de las personas a las que les ocurre, la repetición en su cabeza del estribillo les resulta molesto y les impide continuar realizando la actividad con la que estaban, afectando más a personas para las que la música es parte importante en sus vidas, siendo los que tienen formación musical a los que más difícil les resulta eliminarlo. 


“La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo” Platón


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lunes, 9 de enero de 2012

Cerebro e impulsividad II: Trastornos

¿Qué son los Trastornos del Control de Impulsos?


Los niveles altos de impulsividad tienen una base biológica semejante a algunas patologías psiquiátricas, denominadas Trastornos del Control de los Impulsos y caracterizadas por el fracaso en resistir el impulso  de llevar a cabo algún acto aunque sea dañino para el propio sujeto o para los demás. Previamente a la conducta se da una sensación de excitación y tensión emocional que se va incrementando hasta el momento de consumar el acto, momento en que  el individuo siente placer, gratificación o liberación. Sin embargo, una vez realizado el acto pueden darse sentimientos de arrepentimiento, pena, culpa o auto-reproche.

Más allá de la similitud con la impulsividad disfuncional, la base biológica del Trastorno del Control de Impulsos no está plenamente determinada, aunque algunos pacientes presentan EEG anormal y signos neurológicos levemente patológicos. Todos los Trastornos del Control de Impulsos suelen verse agravados por el consumo de alcohol o sustancias psicoactivas.
Dentro de los Trastorno del Control de Impulsos podemos encontrar de manera más frecuente los siguientes tipos:

Trastorno Explosivo Intermitente:  Episodios aislados de falta de control ante los impulsos agresivos, que dan lugar a violencia o destrucción de la propiedad y que conllevan un grado de agresividad desproporcionado con respecto a la intensidad del factor estresante que los provoca.

Una vez remiten, el sujeto experimenta arrepentimiento o auto-reproche.

No se debe a ningún otro trastorno mental, enfermedad médica o a efectos fisiológicos directos de una sustancia, ni hay que confundirlo con episodios explosivos de rabia cuando individuos con trastorno de personalidad narcisista, obsesiva, paranoide o esquizoide, son sometidos a situaciones estresantes.



El Trastorno Explosivo Intermitente se debe a un descenso de serotonina por una perturbación en la neuro-regulación central. Este neurotransmisor es el encargado de relacionar una amenaza determinada con una respuesta razonable.

La intensidad de este trastorno puede incrementarse con el tiempo y entre los episodios pueden encontrarse signos de impulsividad generalizada y agresividad.
Los expertos calculan que podría afectar al 3% de la población española y es más común en hombres con historia familiar donde se haya dado algún caso.

Un ejemplo de Trastorno Explosivo Intermitente lo encontramos en el cine, en el personaje interpretado por Michael Douglas en "Un día de furia". Ese tipo aparentemente normal un día explota y entre otras cosas la emprende a tiros en un McDonald’s porque los empleados no le sirven el desayuno a su gusto.


Cleptomanía: Robos repetidos no premeditados de objetos innecesarios y cuyo valor podría costear fácilmente el sujeto, que proporcionan una sensación placentera.

La cleptomanía empeora con el estrés. El sujeto puede guardar el objeto o retornarlo de forma clandestina cuando de manera posterior al robo se siente culpable y arrepentido.Puesto que la causa del impulso es un descenso de la serotonina, el tratamiento incluye antidepresivos de perfil serotoninérgico.

Es más común en mujeres y se detecta este trastorno en menos del 5% de los que roban en tiendas. Se han distinguido tres formas de cleptomanía diferentes: esporádica, episódica y crónica.


Un claro y sonado caso de Cleptomanía fue el de la actriz Winona Rider, que pese a sus elevadísimos ingresos económicos, acumula cargos criminales por robar más de cinco mil dólares en prendas de ropa.


Piromanía: Fascinación por el fuego y sentimiento de gratificación al provocarlo. Se trata de acciones deliberadas y premeditadas, que no conllevan ninguna ganancia económica personal.

Estos individuos no consideran las consecuencias de su acción.

El tratamiento para la piromanía se basa en psicoterapia de tipo comportamental y puede llegar a requerirse hospitalización dependiendo del caso.
La piromanía es más frecuente en hombres que en mujeres, generalmente jóvenes y de estrato económico bajo. Suelen meterse en las profesiones relacionadas con el fuego, como bomberos, para poder satisfacer sus necesidades. En función del sexo del pirómano, este trastorno puede asociarse a otros: Los varones pirómanos es probable que tengan historia de dependencia del alcohol, mientras que las mujeres pirómanas suelen tener historias de alteración del estado de ánimo con autolesión o incluso intentos de suicidio.

Juego patológico: El juego patológico se conoce también como ludopatía y consiste en una conducta de juego persistente, que produce disfunción psicosocial y familiar y conlleva deudas, actividades ilegales e importantes pérdidas, ya que la necesidad de juego va en aumento. La conducta impulsiva continúa aún cuanto la deuda aumenta hasta altas sumas de dinero. En los ludópatas, es frecuente que se dé distorsiones del pensamiento como supersticiones, sensación de poder o control, y creencia de que el dinero es la solución a cualquier problema. Los individuos con este trastorno suelen ser muy competitivos y energéticos y suelen tener poca tendencia al descanso. Son generosos, pero de forma extravagante y suelen aburrirse con facilidad.

Los individuos que presentan este trastorno, llevan un estilo de vida propenso al estrés y a enfermedades derivadas del mismo, como hipertensión arterial o migraña. Es posible que en estos individuos podamos encontrar, junto a la ludopatía,  trastornos del afecto, déficit de atención / hiperactividad, dependencia o abuso sustancias y trastornos de personalidad antisocial, narcisista o borderline. Puede darse también casos de intento de suicidio.

El trastorno por juego patológico o ludopatía es más común en hombres y el tratamiento consiste en psicoterapia comportamental junto a tratamiento para la depresión, manía, disfunción sexual y abuso de sustancias en caso que estén presentes.

Tricotilomanía: Falta de control de impulsos consistente en arrancamientos de cabello provocando calvas no delimitadas. Se trata de compulsiones repetitivas que producen gratificación en el sujeto de manera inicial para después dar paso a la ansiedad. El arrancamiento de los cabellos no se presenta únicamente en la cabeza, sino que puede incluir también pestañas, cejas, el vello púbico o corporal, tanto propios como de otras personas, animales o peluches. Generalmente estos sujetos tienden a comerse el pelo después de arrancárselo, comportamiento que se conoce como tricofagia y puede llevar a obstrucción intestinal por bolas de pelo o a la mala absorción de nutrientes y sangrados intestinales.

Los individuos con este tipo de trastorno lo niegan, no lo reproducen en presencia de personas ajenas a su familia y tratan de camuflar el daño físico que produce. La tricotilomanía puede darse acompañada de otros trastornos mentales como Trastornos del afecto, trastornos de ansiedad o retardo mental.

Este trastorno es más frecuente en mujeres que en hombres y su tratamiento consiste en psicoterapia combinada con fármacos para el control de la ansiedad y, al igual que en el resto de Trastornos del Control de Impulsos, con antidepresivos serotoninérgicos, aunque en este caso es posible que la serotonina no sea el principal neurotransmisor implicado.

Todos los Trastornos del Control de Impulsos comparten anormalidades en el metabolismo de la serotonina, como niveles bajos de receptores para la serotonina en el líquido cefalorraquídeo, especialmente en el trastorno explosivo intermitente. Actualmente, la base biológica completa de estos trastornos está por dilucidar y continúa estudiándose para dar respuesta a estas patologías presentes en nuestra sociedad.


"Los impulsos irreflexivos son tan inútiles como la tromba de agua que no encuentra acequia"


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miércoles, 4 de enero de 2012

Cerebro e Impulsividad

¿Qué nos motiva a comportarnos de manera impulsiva? 



Cuando nacemos, carecemos de experiencias previas que nos hayan proporcionado algún aprendizaje, por lo que sólo podemos actuar de manera impulsiva, de acuerdo con las emociones que nos provoca lo que percibimos a través de nuestros sentidos. 

 Conforme crecemos, comienza a desarrollarse el cerebro, ampliando el número de neuronas y estableciendo las conexiones entre ellas, por lo que la impulsividad se va sustituyendo por la toma de decisiones de forma reflexiva. 


Sin embargo hay personas que continúan manifestando una conducta impulsiva durante la edad adulta, caracterizada por la búsqueda continua de excitación, preferencia por el riesgo, poca tolerancia al aburrimiento, toma rápida de decisiones, poca planificación y previsión, falta de perseverancia y cambios bruscos de conducta. 

Dentro de esta conducta impulsiva podemos distinguir dos tipos: 

  • La impulsividad funcional: Es la tendencia a actuar con poca planificación, pero en el momento que la persona siente que la situación es óptima. Casi todas las personas actúan con este tipo de impulsividad en algún momento de sus vidas. 
  • La impulsividad disfuncional: Es una manifestación des-adaptativa de la conducta impulsiva, que implica conductas inapropiadas para el contexto, poco planificadas y, frecuentemente, con consecuencias adversas. 

La falta de inhibición de la conducta es la característica más significativa de la impulsividad y es común a ambos tipos, con la diferencia de que en el caso de la impulsividad funcional se da sólo en los casos que lleva a la consecución de algún tipo de beneficio y en el caso de la impulsividad disfuncional, se da ante situaciones de cualquier tipo.
Es la impulsividad disfuncional la que se clasifica como una patología y se caracteriza por: 

  • La incapacidad de utilizar la información disponible para pensar en las consecuencias de sus actos. 
  • Incapacidad para posponer una recompensa inmediata pequeña a favor de una recompensa mayor más adelante. 
  • Déficit en suprimir una respuesta motora prepotente. 

Las regiones orbitales (COF) y ventromediales (CPFVM) del córtex prefrontal están implicadas tanto en la respuesta como en las elecciones impulsivas. Las personas con lesiones en estas regiones son más impulsivas y realizan siempre elecciones de riesgo, escogiendo las opciones que les producen grandes ganancias a corto plazo, aunque les supongan también pérdidas superiores a largo plazo. 

Esto ocurre porque la función de estas regiones, COF y CPFVM, es inhibir una respuesta prepotente y actualizar el valor de una respuesta en condiciones cambiantes, por lo que una lesión en esta zona produce dificultades para recurrir a aprendizajes previamente adquiridos cuando una conducta ya no resulta recompensada por haber cambiado la situación. 

De la misma forma, estas regiones presentan conexiones con áreas subcorticales como la amígdala y el núcleo accumbens. La amígdala tiene un papel importante en el procesamiento emocional de los estímulos y es por ello que está implicada en la conducta dirigida a objetivos. Las lesiones del Núcleo Accumbens y las lesiones del Núcleo Vasolateral de la amígdala (BLA) producen un aumento en las decisiones impulsivas, éstas últimas porque impiden recordar qué opción produce una recompensa mayor. 


Los principales neurotransmisores implicados en la conducta impulsiva son la serotonina y la dopamina. El descenso de la serotonina aumenta la impulsividad, mientras que el aumento de la dopamina debido a fármacos como la anfetamina, producen efectos contradictorios sobre la impulsividad, aumentando la impulsividad motora, pero disminuyendo las decisiones impulsivas 


El caso de estudio más famoso acerca de la impulsividad, es el de Phineas Gage, trabajador del ferrocarril que sufrió un accidente por el que una barra de hierro atravesó su cerebro por el córtex orbitofrontal. Gage sobrevivió al accidente milagrosamente sin presentar secuelas, pero tras la recuperación mostró un cambio profundo de personalidad, empezando a mostrar conductas inapropiadas e impulsivas. Este caso, evidentemente, es extremo. De manera habitual las lesiones que conllevan cambios en la conducta impulsiva suelen ser mucho menos graves.

La impulsividad como patología se ha relacionado con conductas psicopáticas. Esto cuenta con respaldo empírico, ya que los psicópatas presentan conexiones defectuosas entre la parte del cerebro responsable de las emociones y la que maneja los impulsos y la toma de decisiones. 
En el lóbulo frontal de los cerebros de los criminales se han encontrado anormalidades, una marcada reducción de la sustancia gris prefrontal y daños en el cerebro que causan explosiones de violencia impredecibles. También se observa un incremento anormal de la serotonina y anomalías del procesamiento de la información en los sujetos impulsivos. 

Los niveles altos de impulsividad tienen una base biológica semejante a algunas patologías psiquiátricas, denominadas Trastornos del Control de los Impulsos, como el trastorno bipolar, la cleptomanía, en el trastorno obsesivo compulsivo, suicidio, adicciones...De todo ello hablaremos más adelante. 


“La reflexión calmada y tranquila desenreda todos los nudos”. Harold MacMillan


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