¿Qué pasa en nuestro cerebro
cuando soñamos?
Sabemos que dormir es una necesidad vital para los seres
humanos y que la falta de él puede llevar incluso a la muerte. Cubriendo un sueño mínimo, nos aseguramos la
supervivencia, pero los expertos insisten en la necesidad, no sólo de dormir,
sino de dormir bien. ¿Pero sabemos qué se considera un sueño adecuado y por qué es necesario para la vida?
El sueño es un
estado fisiológico de abolición de la conciencia necesario para mantener la
homeostasis del organismo. Al contrario que nuestro cuerpo, que sufre una
especie de desconexión, durante el sueño
nuestro cerebro se mantiene muy
activo y es en ese momento cuando el cerebro
clasifica lo ocurrido durante el día y organiza la nueva información,
incorporándola a la ya guardada. El hipocampo se vacía de los recuerdos del
día, que pasan a la corteza prefrontal, liberando espacio para la adquisión de
nuevas informaciones y a su vez consolidando la memoria.
Dormir es fundamental para el buen rendimiento del
organismo, ya que es un proceso restaurador activo, en el que se reestablecen
los recursos consumidos durante el día y se restauran los sistemas que son
necesarios, entre otras cosas, para la atención dirigida al buen estado de
ánimo, la adaptación emocional al entorno y el aprendizaje. Si el sueño no cumple con su función
restauradora-compensadora, tanto el cuerpo como la mente pueden sufrir
trastornos como la pérdida de apetito, cefaleas y arritmia cardiaca. Dormir ayuda
al organismo a evitar una sobrecarga del aparato psíquico, lo cual es
fundamental para su buen rendimiento general gracias a su función restauradora,
protectora, conservadora de energía,
adaptativa para la supervivencia, de maduración cerebral y motivacional.
En el momento nos dormimos, comienzan en nosotros una
serie de procesos biológicos que producen cambios. A través de estos procesos y
de su medición en cuanto a la actividad eléctrica cerebral, los movimientos
oculares y el tono muscular, entre otros, se ha clasificado el sueño en diferentes fases:
FASE I: Es la primera fase del sueño y mientras nos adentramos en ella somos todavía conscientes
de lo que ocurre a nuestro alrededor y percibimos los estímulos auditivos y
táctiles. A menudo, mientras nos encontramos en esta fase tenemos la sensación
de que no estamos durmiendo, aunque nuestro tono muscular ya ha disminuido en
comparación a cuando estamos despiertos. No se trata de un sueño reparador, sino de un estado “puente” entre la vigilia y el sueño. Es una fase de adormecimiento
que tiene una duración de pocos minutos.
FASE II: Comienza con una bloqueo a nivel de tálamo del
acceso a la información sensorial por parte de nuestro sistema nervioso. Es común
que en el proceso se produzcan fallos en éste bloqueo y a menudo seamos
conscientes de espasmos en nuestras extremidades, como contracciones musculares
que producen una sensación similar a cuando fallamos al bajar un escalón y
damos un traspiés. En la FASE II, el tono muscular disminuye en comparación a
la FASE I, desaparecen los movimientos oculares y disminuye el ritmo
respiratorio. Pasamos en torno al 50% de nuestro periodo de sueño en esta FASE II.
FASE III: Se intensifica el bloqueo sensorial y el sueño se hace más profundo. Es una fase
esencial para el descanso. Cuando algo nos interrumpe el sueño en FASE III, nos despertamos confusos y desorientados. Su
duración es escasa, ya que se utiliza para hacer el sueño más profundo y pasar a la FASE IV.
FASE IV: Es la fase de mayor profundidad del sueño. La actividad cerebral se
enlentece y es esencial para la restauración física y psíquica de nuestro
organismo. La frecuencia cardiaca, la presión sanguínea y la temperatura
corporal descienden al nivel más bajo que tendrán durante la noche. El tono
muscular es muy reducido y si aparece el sueño,
aunque no es fase típica para ello, lo hace en forma de imágenes o luces, nunca
en forma de historia o de narración. En esta fase es cuando aparecen, en caso
de darse, el sonambulismo y los terrores nocturnos. Ocupa en torno al 20% de
nuestro periodo de sueño.
FASE MOR o REM: Suele alcanzarse al cabo de los primeros
90 minutos de sueño, entre los 70 y
los 120, y debe su nombre al movimiento rápido de los ojos que se produce
cuando nos encontramos en ella. La actividad eléctrica cerebral en esta fase es
rápida y el tono muscular es nulo. Esto es debido a que es la fase del sueño donde aparecen los sueños en
forma de historia o narración y el nulo tono muscular evita que nuestro cuerpo
realice físicamente las acciones o movimientos que estamos soñando. Las
alteraciones comunes que se producen en esta fase del sueño son las pesadillas, la falta de atonía muscular durante el sueño o la parálisis del sueño. El 25% de nuestro periodo de sueño suele ser MOR.
Las diferentes fases del sueño se alternan cíclicamente a lo largo de la noche. Durante la
primera parte del sueño predomina el
sueño NO MOR, y durante la segunda los periodos MOR se van haciendo más largos.
Normalmente estas fases se suceden siempre en el mismo orden y hay que pasar
por las 4 primeras para alcanzar la FASE MOR, pero si el organismo necesita un
descanso profundo y un alivio de la fatiga mental y el descanso físico, puede
acelerar el proceso de entrada en sueño MOR, para una mejor reparación del
organismo.
El tiempo que pasamos dormidos y despiertos sigue un
ciclo de 24 horas influido por el sol, el ciclo sueño-vigilia cambia a medida que los días se alargan o acortan. La
melatonina, interviene en el período de sueño,
elevándose durante la noche por la falta de luz solar y disminuyendo durante el
día. Para un correcto descanso, es aconsejable tener en cuenta varios factores
que influyen en la calidad de nuestro sueño,
como hábitos adecuados al acostarnos para acostumbrar al cuerpo a seguir un
ciclo regular. El tiempo necesario para descansar en un adulto es normalmente
de seis y nueve horas diarias, dependiendo de cada individuo. A medida que
vamos envejeciendo nuestro cuerpo necesita menos el sueño y normalmente las personas de 65 años en adelante con 6 horas
tienen suficiente.
Dormir correctamente afecta a nuestro descanso y
capacidades, por lo que debemos dar al cerebro
oportunidad de recuperarse si queremos rendir a plenas facultades al día
siguiente.
“El sueño es la dulce nodriza de la naturaleza y un
bálsamo para la mente fatigada” W. Schakespeare
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